viernes, 24 de octubre de 2014

DIVERSIDAD CULTURAL

   
 DÍA DE MUERTOS EN NUESTRA COMUNIDAD


 Es el tiempo en que las almas de los parientes fallecidos regresan a casa para convivir con los familiares vivos y para nutrirse de la esencia del alimento que se les ofrece en los altares domésticos. Es el Día de Muertos. La celebración del Día de Muertos, como se le conoce popularmente, se practica a todo lo largo de la República Mexicana y Jalisco no es la excepción. La Secretaría de Cultura del estado te presenta una guía para disfrutar de sus actividades culturales: artes escénicas, artes plásticas, exposición de altares y música. Un poco de historia El ritual de Día de Muertos conlleva una enorme trascendencia popular, su celebración comprende muy diversos aspectos, desde los filosóficos hasta los materiales. La celebración de Todos los Santos y Fieles Difuntos, se ha mezclado con la conmemoración del día de muertos que los indígenas festejan desde los tiempos prehispánicos. Los antiguos mexicanos, o mexicas, mixtecas, texcocanos, zapotecas, tlaxcaltecas, totonacas y otros pueblos originarios de nuestro país, trasladaron la veneración de sus muertos al calendario cristiano. Antes de la llegada de los españoles, dicha celebración se realizaba en el mes de agosto y coincidía con el final del ciclo agrícola del maíz, calabaza, garbanzo y frijol. Los productos cosechados de la tierra eran parte de la ofrenda. Los Fieles Difuntos, en la tradición occidental es, y ha sido un acto de luto y oración para que descansen en paz los muertos. Y al ser tocada esta fecha por la tradición indígena se ha convertido en fiesta, en carnaval de olores, gustos y amores en el que los vivos y los muertos conviven, se tocan en la remembranza.


      El Día de Muertos, como culto popular, es un acto que lo mismo nos lleva al recogimiento que a la oración o a la fiesta; sobre todo esta última en la que la muerte y los muertos deambulan y hacen sentir su presencia cálida entre los vivos. Con nuestros muertos también llega su majestad la Muerte; baja a la tierra y convive con los mexicanos y con las muchas culturas indígenas que hay en nuestra República. Su majestad la Muerte, es tan simple, tan llana y tan etérea que sus huesos y su sonrisa están en nuestro regazo, altar y galería. En estas fechas se celebra el ritual que reúne a los vivos con sus parientes, los que murieron. Es el tiempo trascendental en que las almas de los muertos tienen permiso para regresar al mundo de los vivos. Día de muertosHay que considerar que la celebración de Día de Muertos, sobre todo, es una celebración a la memoria. Los rituales reafirman el tiempo sagrado, el tiempo religioso y este tiempo es un tiempo primordial, es un tiempo de memoria colectiva. El ritual de las ánimas es un acto que privilegia el recuerdo sobre el olvido. La ofrenda que se presenta los días primero y dos de noviembre constituye un homenaje a un visitante distinguido, pues el pueblo cree sinceramente que el difunto a quien se dedica habrá de venir de ultratumba a disfrutarla. Se compone, entre otras cosas, del típico pan de muerto, calabaza en tacha y platillos de la culinaria mexicana que en vida fueron de la preferencia del difunto. Para hacerla más grata se emplean también ornatos como las flores, papel picado, velas amarillas, calaveras de azúcar, los sahumadores en los que se quema el copal . Entre los antiguos pueblos nahuas, después de la muerte, el alma viajaba a otros lugares para seguir viviendo. Por ello es que los enterramientos se hacían a veces con las herramientas y vasijas que los difuntos utilizaban en vida, y, según su posición social y política, se les enterraba con sus acompañantes, que podían ser una o varias personas o un perro. El más allá para estas culturas, era trascender la vida para estar en el espacio divinizado, el que habitaban los dioses.




NAYARIT INDIGENA. AGUA SAGRADA

Quien ha visto las profundas grietas y cavernas de la Sierra del Nayar comprenderá, sin duda, el sentido mágico y eterno de sus habitantes.

Desde el fondo de un tiempo indefinible, hasta hoy, siguen ahí coras, huicholes y tepehuanes. La vida y la organización social de estas culturas y su visión de los ciclos de la vida han cambiado poco desde que el hombre blanco llegó a sus tierras. Hoy, en los propios santuarios de los abuelos, aparecen las imágenes católicas que son objeto de veneración en rituales sincréticos de gran sentido místico. Los tres grupos originales del actual territorio de Nayarit coinciden en tiempo y espacio, pero sus formas culturales y religiosas son diferentes.
Quien ha visto las profundas grietas y cavernas de la Sierra del Nayar comprenderá, sin duda, el sentido mágico y eterno de sus habitantes. Desde el fondo de un tiempo indefinible, hasta hoy, siguen ahí coras, huicholes y tepehuanes. La vida y la organización social de estas culturas y su visión de los ciclos de la vida han cambiado poco desde que el hombre blanco llegó a sus tierras. Hoy, en los propios santuarios de los abuelos, aparecen las imágenes católicas que son objeto de veneración en rituales sincréticos de gran sentido místico.

Los huicholes, que se nombran a sí mismos wirrarika, viven en la frontera de los estados de Jalisco y Nayarit, con algunos grupos dispersos en Zacatecas. Su cosmogonía es muy compleja y está cargada de simbolismos. Sus prácticas tradicionales, en particular su peregrinación anual a Wirikuta, o la cacería del venado, son formas propias de lograr el encuentro con los dioses. En el largo viaje a Wirikuta, cuya ubicación geográfica actual coincide con la zona de Real de Catorce en el estado de San Luis Potosí, los huicholes celebran el encuentro repetido con sus ancestros a través de rituales que involucran el agua sagrada y el peyote, al que llaman wawatsári, “el venado sagrado”.
Los huicholes son un antiguo pueblo que habitaba las tierras del occidente de México desde mucho antes de la conquista española. Aunque su organización social es muy compleja, su existencia combina periodos de nomadismo –ligados a sus prácticas religiosas– yde ocupación de sus poblados –de acuerdo con los ciclos agrícolas–. Su forma de vestir se caracteriza por una poderosa simbología expresada en los bordados y adornos, tanto del pantalón y la camisa como del sombrero, pero en especial en los pequeños morralitos que penden del cinturón de lana multicolor. Otros grupos indígenas conviven con los coras y huicholes en Nayarit.
Los más importantes, y con quienes establecen múltiples contactos e intercambios comerciales y culturales, son los mexicaneros, de origen nahua, y los tepehuanes del sur, que tienen su raíz en la desintegración de la cultura Chalchihuites, cuyo centro se ubica en el actual estado de Zacatecas